Podemos decirlo
Cuál es el momento, si es que existe.
Cuando me ofreciste la mano, ¿ése fue?
O cuando nos besamos por primera vez, ¿o fue a la decimoséptima?
Sinceramente no lo sé, pero qué importa,
qué importa cuándo lo supimos si ya lo sabemos.
Déjame darte la mano por decimoctava vez.
¿Ahora ya sí? ¿Podemos ya decirlo? ¿Me das permiso?
Lo digo, sí, lo digo, aquí queda dicho.
Cuando fuimos campeones
Cuando fuimos campeones, la euforia colectiva nos contagió.
Tomé fuerzas internas.
Me acerqué a ti. Te acercaste.
Te besé. Me besaste.
Fuegos artificiales en el cielo de Glasgow.
Ha pasado el tiempo.
¿Cuándo volveremos a ganar?
Si conocieras la importancia de tus palabras
Si conocieras la importancia de tus palabras, no las pronunciarías tan a la ligera,
no describirías tan alegremente mis virtudes ni adorarías mi forma de ser.
Si conocieras la importancia que tus palabras tienen en mí,
si supieras que son capaces de sostener un día entero de este destierro,
las espaciarías más en el tiempo,
acortarías tu gratitud tan fácilmente repartida.
Llevo tus palabras en cada instante de indecoroso desengaño,
en cada segundo de lluvia sobre mis hombros.
Tus palabras sobrevuelan el rumor de la ciudad
y sobreviven a cada ruido funesto que las atacan.
Si conocieras el poder de tus palabras, querida,
no te extrañaría tanto que me hubiera enamorado.
Ordenado
Anda el mundo tan desordenado, ¿cómo tú y yo vamos a salvarlo?
Empezando desde cero: años, décadas, siglos tardaríamos.
Sonríes, acercas tus labios hasta mi mejilla y susurras que se puede.
Entonces sí, claro que es posible.
Millás
Me alegra saber que no eres como tantas otras,
como aquellas chicas que ven el televisor como recurso a la pereza, no como ellas,
pero tampoco como aquéllas que leen la poesía completa de Sylvia Plath mientras oyen a Nirvana,
no como las que creen en el punk como única forma de vida.
Me gusta tu término medio,
me gusta que puedas decir que te gusta Coldplay más que otro grupo indie,
pero que tampoco te dejas llevar por la superficialidad de cualquier best seller mediocre.
Sí, lo reconozco, me gusta que te guste Millás.
Hoy me siento importante bajo las flores
Hoy me siento importante bajo las flores.
Así como ayer me sentía incómodo, hoy todo es diferente.
Allí estás y las flores palidecen a tu paso.
Falsamente disimulo y de pronto miraba.
Lloro porque creo que no volveré a verte así.
Hoy me siento importante bajo las flores.
Las chicas en chándal
Imagina, ha llegado el fin del mundo, ha llegado el Apocalipsis pero yo puedo salvarte, y puedo salvar a otra mucha gente.
¿A quién? ¿A quiénes?
A las chicas los domingos por la mañana,
a esas chicas en chándal que pasean al perro,
o que pasean por pasear, que compran el periódico y el pan y vuelven a casa,
a las chicas en chándal y a ti, por supuesto, a ti primero,
pero a las chicas en chándal también.
Y tú, ¿a quién salvarías?
¿Me salvarías a mí?
A los chicos, a los chicos con camisetas de The who.
A mí primero, me salvarías a mí.
Sí, a mí primero, lo noto en tu sonrisa, en tus ojos, a mí primero.
Pues ha llegado el fin del mundo.
¿No te has dado cuenta? Mira la televisión.
Ha llegado el fin del mundo. Ha llegado el Apocalipsis.
Por fin.
Es momento de actuar. Por fin llegó el Apocalipsis.
Ahora ya no hay marcha atrás, ahora ya puedo decirlo, ya nada importa, te quiero.
Tus poemas
Me gustan tus poemas porque los entiendo,
porque sé lo que quieres decir y no te escondes en palabras y formas complejas.
Me gustan tus poemas porque no lo parecen,
porque apenas en unas cuantas líneas sabes lo que decir y siempre tan bello.
Me gustan tus poemas porque hablan de ti,
de ti y del campo, de ti y de todos los paisajes que te rodean.
Me gustan tus poemas porque siempre hablan de ti, y algunas veces me incluyes.
Me gustas cuando hablas de mí.
Nueva modalidad de deporte
Nueva modalidad de deporte, querida.
Si antes ya hice notar mi terrible afición a verte dormir,
ahora mi nueva pasión es verte despertar.
Aturdida, desorientada, con el pelo deslizándose por la almohada,
aprovecho ese momento para declararme, preguntarte, suplicarte.
Y tú, con esos ojillos desconcertados, semiabiertos,
confundiéndome con sueños extraños donde tú respondes como princesa
y yo como príncipe, héroe, villano o bufón de la corte,
pero siempre en perpetua declaración de amor.
Poco a poco despiertas a este mundo que no te merece,
a la lluvia, la guerra, la desolación.
Ya abres los ojos.
Sigamos escondidos aquí hasta la eternidad.
Sigamos jugando a este nuevo deporte.
Quererte hoy tras quererte ayer
Un mismo instante en dos momentos de tiempo distintos.
¿Es tanto el esfuerzo?
Todo ha seguido igual ante cada segundo.
El mismo sentimiento vuelve cuando el reencuentro es efectivo.
Y vuelve a amanecer, y seguimos aquí.
Y volverá a llover, y vendrán tormentas, tempestades y huracanes.
Da igual, nosotros permanecemos en este mismo lugar, pertenecemos a él.
Somos su agua, somos su tierra.
Nuevos zapatos, diferencias que nos separan
Sentado en mi monopatín te espero.
Qué imagen más triste del desolado.
Aburrido, abatido, me dicen. Agotado, respondo.
¿El esfuerzo físico, el deporte como forma de evadirse?
No, no señor, llevo esperándola tres cuartos de hora.
Vamos de paseo: yo en mi monopatín, ella en sus zapatos nuevos.
Sincera
Me sorprende verte gemir tan desaforadamente.
Noto tu exageración en cada ocasión que me acerco a tu cara.
Dices que no es así, pero me desespera no sentirte sincera entre mis piernas.
Tú y los demás en el Apocalipsis
¿Qué hago vivo si todos están enfermos?
Si mi misión es salvaros, ¿cómo hacerlo?
¿Quién me salvará a mí, entonces?
Si todos están enfermos, qué hago mirándote caer, sólo a ti,
todo para ti mientras los demás padecen y se dejan caer doblemente.
Yo quiero ser tú,
quiero que me cuides porque francamente lo harías mejor de lo que yo lo estoy haciendo.
Pero ahora es imposible.
Todos me miran mal cuando cada vaso de agua es para ti.
Pero qué importan los demás cuando tú estás en peligro.
Everest
El viento asoma en nuestra piel como el vino en nuestras gargantas.
Me veo reflejado en tus gafas de sol, dominador de la playa que nos rodea.
Siempre bajo tu atenta mirada, dibujo un beso con mis dedos en tus labios.
Te veo apurar el último segundo del verano como si posteriormente nada quedara.
Se pierde el viento, la arena, el agua, el vino…
Y tú tan lejos, como si septiembre fuera un lugar y no una fecha.
Como si septiembre fuera el Everest, tú allí tan alta y yo aquí tan abajo, mirando, deseando tu regreso, o la llegada del próximo verano.
Todo es tan difícil
La lluvia de cenizas de una instalación biomecánica.
Cadáveres sobre el río de lava escupida anteanoche.
La desolación de un escenario vacío tras tres días de fiesta.
Las frutas esparcidas en el camino de vuelta a casa.
La complejidad de un número elevado a la undécima potencia.
La indisoluble sensación de tragedia ante cada sonrisa envuelta en alcohol.
Todo es tan difícil, incluso quererte.
Noche de tormenta
Necesito un lugar donde ir, fuera de todo este desconcierto,
fuera de todo mi desconcierto, un lugar donde dormir.
Necesito un lugar en el que no estés, sólo por un tiempo,
sólo hasta que pueda distinguir claramente el silencio de mis latidos.
Necesito un lugar donde no sienta la mirada opresiva del viejo caballero,
donde no estés tú como remedio,
donde pueda perder los segundos sin tener que rendir cuentas a nadie,
sin tener que repartirlos entre tanta gente que odio.
Me gustaría estar debajo de un gran árbol en una noche de tormenta,
sostener aquella chapa de metal y poder gritar ante la primera descarga.
Y cuando esté cerca de morir definitivamente,
correría hacia vosotros y os pediría ayuda, correría hasta decir basta,
correría pidiendo perdón por todo lo dicho, pidiendo sangre a mis arterias, impulso a mi cerebro.
Sólo entonces pediré ayuda,
pero ahora, ahora que todo está en calma, cuando está aparentemente en calma,
déjame llorar sin tener que dar argumentos,
déjame llorar mientras suena esa canción,
déjame llorar hasta que termine.
EL BELLO SERGIO (1958), DE CLAUDE CHABROL.
Hace 14 horas
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