Teoría del ciclo de vida

Teoría del ciclo de vida es un conjunto de relatos, dividido en cuatro partes más una intro:
1.- Perversidad 2.- Everest 3.- Ficción 4.- Así

viernes, 27 de abril de 2012

1992: Aniversario de mi primer recuerdo

Nos gusta rememorar, somos así, nostálgicos por naturaleza. Yo más. Yo soy adicto a la nostalgia. De ella vivo. Y ahora pienso en el 20 aniversario de mis primeros recuerdos nítidos.

Guerra de Yugoslavia: Aunque originalmente data de 1991, la guerra de Bosnia es del 92. Y es un primer recuerdo trágico. Conocer que el mundo que te espera se basa en gran parte en eso: matarse unos a otros.

Eurocopa de Suecia: Algo más festivo que lo anterior, pero curiosamente relacionado. La UEFA vetó la presencia de Yugoslavia e invitó a Dinamarca, que finalmente ganó aquella Eurocopa. Recuerdo especialmente a Thömas Hassler, mi jugador preferido del momento.

La desintegración de la URSS: La europa del este se desgranaba y no sólo por Yugoslavia. Aún mayor y aún antes, la URSS se convirtió en multitud de estados latentes.

Juegos Olímpicos de Barcelona: También relacionado con lo anterior, porque recuerdo a la CEI como el equipo olímpico que representaba esa amalgama de países. Era raro ver a Bubka vestido de ese verde.

EXPO de Sevilla: Quién me iba a decir que Sevilla sería la ciudad donde mayormente trabajaría (hasta que Wert vino). La EXPO y Curro marcó una época, y el AVE se estrenaba.

Más deporte: Indurain gana su segundo Tour con aquellas tardes de verano imborrables. Pero, sobre todo, no se olvida, el Madrid pierde su primera liga en Tenerife. Aún recuerdo aquel balón que Buyo pretendía salvar de un córner. Primera desilusión futbolística.

Elecciones en EE.UU.: Clinton gana las elecciones a Bush padre. Comienza mi interés por la política y por el despacho oval.

Cosas que me hacen sentir bien: Café Madrid.
Cosas que me hacen recaer: Las tandas de penalies.

viernes, 13 de abril de 2012

De qué hablo cuando hablo de Murakami

Para una vez que hacen un club de lectura de un libro que he leído, no puedo ir. Así que me desquito hablando otra vez del Tokio blues (Norwegian Wood) de Murakami.

A Toru Watanabe la canción de The beatles le llevó a otro momento y otro lugar. A mí, El gran Gatsby me llevó a esta novela. Me la recomendaron precisamente por mi pasión por Fitzgerald, y luego me la regalaron.

Parecía predestinada, y ahora que pienso en su lectura, me lleva a otro tiempo y otro lugar. A Sevilla (como ahora) y a 2008. A la primera vez que di clases, y al acompañamiento de Murakami en aquellos días. Es de esas novelas que crecen en ti con el pasar del tiempo. Aquella historia de amor y muerte, de sexo y desasosiego, de canciones y libros.

Y vamos con mis pasajes preferidos:
−¿Te gusta la soledad? −Apoyó la mejilla sobre la palma de su mano−. ¿Te gusta viajar solo, comer solo, sentarte en las clases solo, apartado de la gente?
−A nadie le gusta la soledad. Pero no me interesa hacer amigos a cualquier precio. No estoy dispuesto a desilusionarme −aclaré.
Con una patilla de las gafas metida en la boca, la chica murmuró
−A nadie le gusta la soledad. Pero detesto que me decepcionen. Si te decides a escribir tu autobiografía, puedes incluir estas líneas.
−Gracias.

Y la relación Murakami- Fitzgerald.
A los 18 años, mi libro favorito era El centauro, de John Updike, pero cuando lo hube releído varias veces, perdió su chispa y cedió la primera posición a El gran Gatsby, de Fitzgerald, obra que continuó encabezando mi lista de favoritos durante mucho tiempo. Tomar El gran Gatsby de la estantería, abrirlo al azar y leer unos párrafos se convirtió en una costumbre, y jamás me decepcionó. No había una página de más. “¡Es una novela extraordinaria!”, pensaba. Me hubiera gustado hacer partícipes a los otros chicos de tal maravilla. Pero a mi alrededor no había nadie que leyera El gran Gatsby. Dudo que lo hubieran apreciado. En 1968 leer El gran Gatsby no llega a ser un acto reaccionario, pero tampoco podía calificarse de encomiable.

Pese a todo, conocí a una persona que había leído El gran Gatsby, y nos hicimos amigos precisamente por ello. […] Nos conocíamos de vista, ya que vivíamos en la misma residencia, hasta que un día en que yo estaba leyendo El gran Gatsby en un rincón solado del comedor. Él se sentó a mi lado y me preguntó qué leía. “El gran Gatsby”, le dije. “¿Es interesante?”, me preguntó. Le respondí que lo había leído tres veces, pero que cuanto más lo releía más párrafos interesantes encontraba. “Un hombre que ha leído tres veces El gran Gatsby bien puede ser mi amigo”.

Cosas que me hacen sentir bien: La contabilidad.
Cosas que me hacen recaer: Recortes en educación (adiós trabajo).