No soy un gran lector de novelas de misterio, o más que de misterio, de investigación al estilo Agatha Christie. Después de 600 páginas no recuerdo las pruebas, ni su orden, ni la vinculación con el culpable justo cuando éste ha sido descubierto.
Eso es lo que me ocurre con Los secretos de Oxford, de Dorothy L. Sayers, de innegable calidad estilística, capaz de añadir el asunto del feminismo a una trama de sucesos, con personajes brillantes en lo intelectual aunque en lo personal aún no han descubierto su camino (¿alguien lo ha conseguido?).
La investigación nunca me supuso una preocupación. No sufrí por el devenir de los personajes porque está escrita con sarcasmo y gracia, lo que provoca (al menos a mí) que no me lo tome muy en serio.
Y como la protagonista es una escritora, algunas muy buenas reflexiones sobre el arte de escribir:
–Debe ser maravilloso saber escribir –dijo el señor Arbuthnot–. A veces pienso que yo podría inventar una buena historia, si tuviera cabeza para ello.
Había reflejado su estado de ánimo en el papel, y ésa es la liberación que buscan todos los escritores, incluso los peores, como los seres humanos buscan el amor, y una vez encontrada, se sumergen felices en los sueños y dejan de afligirse.
Cosas que me hacen sentir bien: Paco Grande.
Cosas que me hacen recaer: Los best-sellers
EL BELLO SERGIO (1958), DE CLAUDE CHABROL.
Hace 15 horas
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