Hace diez años la HBO estrenó el primer capítulo de The Wire. Pocos podían pensar en ese junio de 2002 con aquella primera imagen de McNulty sentado en la acera en una escena del crimen, que se convertiría en la mejor serie que la TV ha dado. Porque en eso hay pocas dudas, todo aquel que haya visto las cinco temporadas, no debe decir otra cosa que no sea que The Wire supera a todas las demás.
The Wire hace referencia a las escuchas que utiliza la policía para sus investigaciones, pero también podría hacer referencia a la extensa red delictiva que existe en ese Baltimore podrido, porque la red se extiende desde traficantes a políticos, desde periodistas a empresarios, con la educación entre medias, tejiendo o destejiendo esa encrucijada. Y todo cuadra, todo es trágico, todo rezuma verdad.
The Wire es una serie policíaca donde cada prueba cuesta un mundo conseguirla, donde la investigación toma cuerpo muy lentamente, donde las dificultades provienen tanto de los traficantes como desde las autoridades.
La serie exige un esfuerzo intelectual. Es densa y no estamos acostumbrados. Al principio cuesta, pero cuando pasan los primeros tres capítulos, se vuelve adictiva. Esa lentitud viene a confirmarse en palabras de Burns “tanto Al Capone como el que vende marihuana infringen la ley. Para pillar al primero, se necesitan cinco años; para pillar al segundo, cinco minutos. Pero en las estadísticas, los dos cuentan como una detención, así que compensa ir a por los de la esquina.”
Cosas que me hacen sentir bien: Los play-offs.
Cosas que me hacen sentir mal: Perder en el último segundo.
EL BELLO SERGIO (1958), DE CLAUDE CHABROL.
Hace 15 horas
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